La prueba opositora en Egipto

08/Feb/2011

El Observador

La prueba opositora en Egipto

MUCHOS LÍDERES DISIDENTES NO FUERON INVITADOS; OTROS NO ESTÁN DE ACUERDO CON NEGOCIAR La revuelta para derrocar a Mubarak encuentra grietas en la negociación con el gobierno
8-2-2011
Hoy se cumple el día 14 del levantamiento popular egipcia ¿Revuelta? ¿Revolución? Todo está en ciernes aún, y en manos de lo que puedan hacer los manifestantes de plaza Tahrir. Pero también la oposición política, que tomó el protagonismo tras su reunión del domingo con el vicepresidente Omar Suleimán.
Lógico: tras el romanticismo de los primeros días, empiezan a verse las primeras grietas. No todos estaban de acuerdo con ir a conversar, y de hecho muchas figuras preponderantes aseguran no haber sido invitados. De los que fueron, no todos salieron con la misma sensación tras la reunión presidida por un gigantesco cuadro del presidente Hosni Mubarak, símbolo de que el régimen es quien aún lleva el control. Y mucho menos están de acuerdo en cuál es el camino a seguir.
La clave, a partir de ahora, será la articulación. Lo principal lo han conseguido. El mundo le ha prestado atención a la revuelta durante 15 días, una enormidad en cuanto a lo que los medios siguen un tema a gran escala (de hecho duró más en primerísima palabra que el escándalo de WikiLeaks). Mubarak ha quedado afectado, y si bien se mantiene en el poder, su legitimidad está seriamente dañada, desde adentro del gobierno y también frente a EEUU. Todos saben que se irá en setiembre, algo impensado antes de iniciarse la crisis. Incluso Washington ha llegado hasta el límite que podía presionar, exigiendo iniciar una transición de inmediato, y viendo la oportunidad de intercambiar una dictadura aliada con la posibilidad de una democracia plural (aunque para lograrlo deberá trabajar muchísimo tras bambalinas).
Será dificilísimo. Según muchos, la estrategia del gobierno es dividir hasta disolver. “(El diálogo) Es una estrategia del régimen, que está maniobrando para dividir a la oposición”, señaló el analista Emad Gad, del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos de El Cairo.
Experiente. La prueba más clara de que enfrente los esperan con garras es que los recibió Suleimán, viejo zorro de las negociaciones de Medio Oriente, que logró llevarlos a la guarida oficialista y no prometió nada concreto: ni una reforma constitucional inmediata, ni modificaciones puntuales a los artículos que limitan seriamente la chance de que la oposición se presente a los comicios. Tampoco le arrancaron de su boca una próxima derogación de la ley de emergencia que rige en Egipto desde 1981 y que entre otras cosas, permite al Estado detener hasta por 30 días -renovables al infinito- a los opositores que considere peligrosos.
No quiere decir que no se logre nada de eso. Pero si desde la oposición no hay una voz coordinada, le será muy fácil al régimen imponer las condiciones más favorables.
Por ejemplo, muchos sostienen en El Cairo que la participación en las conversaciones de los Hermanos Musulmanes obedece a los intereses particulares de este grupo. Según Gad, “la Hermandad no desempeña un papel en esta revolución. Intentan aprovechar la oportunidad para que el régimen los reconozca y les dé la legitimidad que siempre les ha negado”.
En tanto, el ex candidato presidencial Ayman Nur, del partido Ghad Nur calificó el inicio de las negociaciones como el “peor comienzo para este diálogo porque muestra una falta de seriedad”. “No conocemos sus nombres (de los partidos) ni los nombres de sus dirigentes”.
Unidad. Pero todos necesitan de todos. Hasta de EEUU, que si en el principio vio la revuelta con temor y el peligro de una islamización de su mayor aliado en la región, con los días fue encontrando la chance de que de todo el movimiento surja un camino hacia una democracia plural.
No es nada fácil: primero debe sortear el recelo con el que lo miran muchos egipcios -en la plaza Tahrir, entre los Hermanos Musulmanes, aún entre los moderados- por su alianza con Mubarak. Pero su presión, forjada a través de miles de millones de dólares de ayuda, le deben servir para asegurar mínimos democráticos, que eviten que los radicales alcancen el poder y se lo apropien. Es que, a través de esa ayuda, EEUU es el único que puede presionar al ejército, que posee el fiel de la balanza del poder.
Ante tanta división, la plaza Tahrir sigue siendo un lugar esencial, símbolo de las revueltas, algo así como la Plaza Tiananmen en 1989. Si los manifestantes la dejan, se acabará todo, porque el régimen impedirá que vuelvan. Hoy volverá a ser un día de protestas, pero con un símbolo totalmente distinto: con sonrisas y arte en la Plaza para oxigenar a los manifestantes. Por ahora, la Plaza es lo más firme que tiene el movimiento. Si contagia a esa balcanizada oposición, la revuelta se transformará en revolución.